martes, 15 de octubre de 2013

Construyendo Destinos

El gestor burgalés de proyectos humanitarios Diego Cameno lleva un año al frente del programa del Comité Internacional de Cruz Roja en Sudán del Sur, el país más joven y uno de los más pobres del mundo
 «Yo antes decía: me voy a Sudán del Sur, lo último en países (es el más joven, pues proclamó su independencia de Sudán en julio de 2011). Ahora, después once meses allí solo digo: aquello es lo último».

Estas palabras, y el tono en el que son pronunciadas, denotan que este destino no está siendo el más satisfactorio para el burgalés Diego Cameno, veterano logista y gestor de proyectos humanitarios que ha pasado por México, Kosovo, Tanzania, Palestina, Sudán, Afganistán, el Congo, Colombia y Afganistán, entre otros países. Y lo ha hecho con chalecos tan reconocidos como los de ECHO (siglas en inglés de la oficina europea de ayuda humanitaria), MSF (Médicos Sin Fronteras), Acción Contra el Hambre o CICR (Comité Internacional de la Cruz Roja -con sede en Ginebra-). Este es el que luce desde octubre del año pasado en el sueño de país y realidad de infinidad de carencias llamado Sudán del Sur: La principal carretera se mantiene inundada medio año, solo hay 14 cirujanos locales en todo el país, domina un machismo muy acentuado, apenas hay hoteles, ni turismo, ni industrias o actividades de ocio; en conflictos tribales que se roban niños «sin marcar», mujeres y animales... 

Diego Cameno, aquí y en anteriores misiones, ha olido la muerte, ha respirado la desesperanza, ha añorado el Occidente; pero, aunque con altibajos en satisfacción y motivación, siente que su vida está donde más puede aportar, donde menos medios existen para sobrevivir con dignidad. Donde la salud, la educación, el agua y la alimentación son privilegios al alcance de pocos.
Allí, en el exigente interior de África, permanecerá hasta el 23 de noviembre. Luego, a cargar las pilas, a disfrutar del verde y de las montañas de Burgos y de Cantabria, a comer variado, a seguir estudiando Antropología y portugués, a volverse a preguntar si su trabajo sirve para algo, a responderse que sí, a compartir su tiempo con amigos y familia... 
Y meses después, quizá, a viajar de nuevo con la maleta llena ilusión a algún rincón herido de este planeta tan desigual e injusto.
Echar las dos manos. Hace un tiempo reflexionaba sobre su forma de vivir y de estar en el mundo y señalaba que «no hay nada de romántico ni aventurero en esto. Al principio prima la curiosidad, las ganas de tener un trabajo que te llene. Ahora reconozco que sí que hay un impulso de solidaridad, de echar una mano».
Las manos, la cabeza, la paciencia y la empatía que despliega Diego Cameno le han ‘ascendido’ a gestor de proyectos humanitarios muy apreciado. La experiencia de varios lustros en primera y en la tan imprescindible segunda línea de atención a los más necesitados por casi todos los rincones del lado oscuro del mundo, y su carácter positivo, le ayudan a sobrellevar realidades sobrecogedoras que con frecuencia muestran un paso adelante y dos para atrás. 
No es fácil dejarse la piel en esta faena y constatar que los avances o no existen o son mínimos. Hay que estar hecho de una pasta especial (y ser capaz de estar comiendo durante meses casi todos los días arroz). 
Sabe que su trabajo y el de su organización sirve, salva vidas y mejora la existencia de miles de sudsudaneses, pero este burgalés quiere hacer más y más rápido. Esta impotencia es lo que le ha borrado parte de la sonrisa en Sudán del Sur: trámites, gestiones y transportes lentísimos; numerosos heridos por armas de fuego y amputaciones por minas, desplazados por conflictos bélicos internos y fronterizos...
Y por encima, por los lados y, sobe todo, por debajo de esta difícil realidad, el dinero. En este caso en forma de petróleo. En Sudán del Sur hay generosos yacimientos de oro negro, pero para sacarlo, tratarlo y comercializarlo hay que entenderse con las autoridades de Sudán. Y en esta batalla económica llevan, igualmente, años enzarzados, cuando, según algunas fuentes, si se explotara bien el subsuelo sudsudanés esta nación podría dejar de ser una de las más pobres del mundo, y su hermana y vecina norteña también.
Asistencia sanitaria y mucho más. El programa de CICR (ICRC, siglas en inglés) que gestiona Cameno lo desarrolla un equipo de unos 160 trabajadores locales y unos 25 extranjeros. Centran su aportación en la sanidad a través de un hospital con cirugía de emergencia y pediátrica y en la protección de los ciudadanos defendiendo sus derechos y su dignidad. Intentan aprovechar la buena reputación, la neutralidad y la experiencia en la gestión de Cruz Roja Internacional para llevar a cabo un trabajo de denuncia o intermediación, que en países más estructurados ejecutan los propios organismos gubernamentales.
Otra de las líneas principales de apoyo se dirige a los miles de desplazados de dentro del país (comida, tiendas, vacunaciones, herramientas agrícolas, agua, reparto de kits de pesca...), así como a los residentes, pues se ven desbordados por los que huyen de los conflictos y ocupan sus tierras y poblados. 
Sudán del Sur, esta joven nación, apenas gatea como tal, y lo hace maniatada por las numerosas y profundas carencias que arrastra, por una organización en pañales y por hábitos y valores sociales que en poco ayudan a dar pasos firmes hacia el progreso y la mejora de la calidad de vida de sus ciudadanos. Precisa de mucha asistencia, y Diego Cameno está poniendo su puñado de granitos de arena. Aunque muchos no sepan ni dónde está.

Noticia del Diario de Burgos


Comentario:

Tiene que ser muy duro dedicar la vida a los demás, aunque sea de una manera "remunerada", ya que implica dejar a un lado la familia y las comodidades de la vida moderna para ir a un lugar en el que falta todo. Como bien decía el artículo hay que estar hecho de una pasta especial para poder sobrellevar todo lo que la ayuda humanitaria conlleva. No es un trabajo fácil y a veces ni siquiera es gratificante, cuando ves todo lo que haces y lo poco que cambian las cosas. Pero "poniendo granitos de arena" es como se cambia el mundo, aunque a simple vista no lo parezca.

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